"Amor mío, amor mío.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo".
Vicente Aleixandre.
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lunes, 31 de diciembre de 2012
domingo, 9 de diciembre de 2012
A veces la felicidad...
A veces, (y no
quisiera generalizar demasiado o que mis palabras sonaran a moralina), cuando tenemos la felicidad
frente a nuestros ojos, no sabemos verla. Siempre, o al menos muchas veces, pensamos más
en lo que nos estamos perdiendo, en el deseo de las cosas que no tenemos, incluso
cosas que otros poseen y nosotros envidiamos. Y la realidad es que todo lo que
necesitaríamos para ser felices está ahí, al alcance de la mano. Estamos tan
ciegos que creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar, y a veces
hasta nos auto convencemos de que nunca vamos a lograr ser felices, cuando la
realidad es que sólo depende de nosotros mismos.
Saber, y querer, encontrar
la felicidad entre lo que tenemos a nuestro alrededor en mucho más fácil que
buscarla más allá del horizonte; valorar
y cuidar todo lo que está al alcance de nuestros dedos, es a mi modo de ver, el
primer paso para ser felices, y es mucho más fácil que pasarnos la vida buscando
quimeras imposibles, en las que el riesgo, es desesperar y resignarse a ser
infelices toda la vida. Soy de las que piensa que la felicidad no está en un
lugar y hay que ir a buscarla, creo que la felicidad siempre está junto a
nuestros pies, en la charla con un amigo, en la mirada de un niño, en una
sonrisa cómplice… La felicidad es algo tan simple que se bebe gota a gota cada
segundo de nuestras vidas, a veces incluso sin darnos cuenta.
Esto
no significa que debamos renunciar a otros sueños más importantes, sino que
mientras caminamos por la vida, no debemos olvidar los pequeños detalles que
hacen el camino, que permiten a nuestros pies pisar firme, esos simples
adoquines que pavimentan el suelo hacia nuestras grandes metas son tan importantes
o más que la propia calzada.
Sabemos que los
grandes momentos de la vida están llenos de preguntas. Los grandes encuentros están
llenos de interrogantes, y en la medida en que hayamos sido capaces de alcanzar
nuestra felicidad, seremos capaces de dar la respuesta correcta. Importa lo que
somos y lo que queremos ser, y no tanto lo que tenemos o queremos poseer. La
felicidad, como la vida, es un viaje de ida y vuelta, por eso, de regreso a
casa, a la luna, al centro de la tierra o al interior de uno mismo, debemos ser
conscientes desde dónde partimos, y qué era lo que nos rodeaba para ser justos
con nosotros mismos. Todo es un gran viaje, en el que sabemos el punto de
salida y el de llegada, pero no el tiempo que tardaremos, ni con qué o quién
nos encontraremos. Y eso..., es lo mejor del viaje.
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